Mis apuntes

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AULA PT CC.SOCIALES EMPRENDEDORES

Historia de las Olimpiadas

Los Juegos Olímpicos a través de la historia
Las competencias de la antigua Grecia comenzaron hace 2.800 años, en el 776 a.C.
Los primeros Juegos eran muy distintos a los conocemos ahora, pero el espíritu olímpico se mantiene.
Quienes llegaban a ver los Juegos a la Antigua Olimpia debían llevar un animal, que luego sería sacrificado para honrar al dios Zeus. Pero los tiempos cambiaron, ahora la cita olímpica regresa a Atenas y los espectadores simplemente pueden adquirir las entradas cómodamente por Internet.
Los actuales aficionados al deporte difícilmente reconocerían los antiguos Juegos, que comenzaron hace 2.800 años, en el 776 a.C.
En esa época no había deportes por equipos ni premios para los segundos puestos, las mujeres no estaban autorizadas para presenciar las competencias o para participar de ellas, los hombres competían desnudos y las infracciones se castigaban con azotes.
Cada cuatro veranos y durante mil años, la gente de cada rincón de la antigua Grecia concurría a las tierras sagradas de la Antigua Olimpia para celebrar su pasión por las competencias deportivas.
Barcos llegaban desde colonias griegas a un punto en el que se mezclaban filósofos, poetas, escritores, apostadores, proxenetas, vendedores ambulantes, músicos y bailarines, con el fin de asistir a los antiguos Juegos, que duraban cinco días y comenzaban en agosto, como una fiesta religiosa.
A medida que la cita se acercaba, miles de espectadores iban llegando a Olimpia, trasformando el pequeño pueblo al Oeste de Atenas en una floreciente metrópolis. Muchos llegaban de colonias griegas que eran en principio rivales, pero que compartían una religión, una lengua y el entusiasmo por el deporte.
No se vendían entradas y muchos espectadores dormían a la intemperie, a pesar de que miembros oficiales de las delegaciones levantaban carpas y casetas.
Las ceremonias religiosas, como los sacrificios, la música, la actuación teatral, discursos de reconocidos filósofos, recitales poéticos, desfiles, banquetes y celebraciones de victoria eran también cosa de todos los días en aquella época.
“Los antiguos Juegos eran diferentes a los modernos. Había muchos menos deportes y solamente podían competir hombres que hablaran griego, en vez de atletas de todos los países”, dijoMiltiades Hatzopoulos, director del centro de investigación de las antigüedades griegas y romanas de la Fundación Nacional de Investigación.
Los primeros juegos consistían solamente en una carrera a pie de 185 ó 190 metros (un largo de la pista de atletismo). Posteriormente, se fueron añadiendo carreras más largas, luchas y el pentatlón, que comprendía lanzamientos de disco y jabalina, carreras de campo traviesa, salto de longitud y lucha libre. Después se agregaron boxeo, carreras de carros y de caballos con jinetes. Otra de las pruebas olímpicas fueron los saltos de longitud y una carrera con armaduras puestas.

¿Por qué resurgieron las Olimpiadas?
Al francés Fierre de Fredy, mejor conocido como Barón de Coubertin, se le atribuye el haber revivido los Juegos Olímpicos modernos. De hecho, los esfuerzos por restaurar la I Olimpiada ya existían desde hacía dos siglos.
De 1012 a 1852, con excepción de los años en que hubo guerra, los Juegos Olímpicos de Cotswoldse llevaron a cabo en Inglaterra. (Fueron reinstalados en 1963.) En 1852 el arqueólogo alemán Ernst Curtius, que había trabajado en algunas excavaciones en Olimpia, sugirió que se restaurara la Olimpiada. Pero la labor del Barón de Coubertin logró hacer realidad el proyecto.
Cuando era joven. De Coubertin visitó las escuelas de Rugby y Eton en Inglaterra, y entonces comenzó a afirmar que los alumnos franceses aprenderían más practicando deporte que repitiendo lecciones de latín. Como resultado, las escuelas introdujeron juegos organizados y competencias interescolares. Entonces, el gobierno le pidió que promoviera una conferencia internacional de educación física. De Coubertin emprendió la tarea de revivir los Juegos Olímpicos y dio conferencias sobre el tema en Londres y en Estados Unidos; no tenia ninguna intención de dejar que la flama olímpica se apagara.
En aquellos día lo apoyaba el padre Henri-Martin Didon. un prior dominicano del Colegio de Arceuil. de París. Él quería que sus alumnos hicieran deporte, y les enseñó un lema: Altius, Citíns, Fortius (más alto, más rápido, más fuerte), que se convirtió en la máxima de la Olimpiada y se usó por primera vez en los Juegos de Amberes en 1920.
En 1908, durante los Juegos de Londres, De Coubertin asistió a una misa en la Catedral de San Pablo, que se efectuó para celebrar la cuarta Olimpiada. El obispo de Pensylvania dedicó un sermón a la importancia de las competencias olímpicas. El mensaje inspiró a De Coubertin. que más tarde escribió: “Lo importante en los Juegos Olímpicos no es ganar, sino competir. Lo esencial en la vida no es conquistar, sino pelear correctamente.”
Desde 1932, los tableros de los Juegos muestran estas palabras en la ceremonia de inauguración. Esa afirmación no concuerda con el espíritu de las antiguas Olimpíadas, donde ganar era lo mas importante. Hoy se hace un gran esfuerzo para lograr revivir la tradición griega de estos juegos. De Coubertin fue la energía que logró restaurar los juegos, acrecentando el interés popular.
EL SÍMBOLO QUE UNE AL MUNDO
Durante los antiguos Juegos Olímpicos reinaba una tregua sagrada. Todas las guerras en el mundo griego cesaban la pena. muerte era suspendida y los competidores estaban a salvo, decía que las condiciones de la tregua estaban inscrita en cinco aros en el disco sagrado del rey Iphitus de Elida que en 884 a.C., declaró por primera vez el armisticio por indicación del Oráculo de Delfos. La tregua, aplicada a todos los rituales y festivales, más tarde se impuso también en los Juegos Olímpicos.
El Barón de Coubertin visitó en 1913 el lugar donde se habían celebrado los antiguos Juegos Olímpicos en Grecia bien fue a Delfos, lugar que en la antigüedad era el  santuario  del dios Apolo y donde se decía que en aquel tiempo decoraban el altar cinco aros unidos. De Coubertin, deseoso de promover internacionalmente las Olimpiadas modernas, se percató inmediatamente del valor que el símbolo podría tener para su causa. “Estos cinco aros”, escribió, “representan a las cinco partes del mundo unidas por la Olimpiada y listas competir noblemente entre sí.”
Se diseñó una bandera con los cinco aros, cada un diferente color: azul, amarillo, negro, verde y rojo sobre fondo blanco. “Los seis colores dispuestos de esta manera, dijo  De Coubertin, “representan los de cada nación sin excepción”.
La bandera ondeó por primera vez en París en junio de 1914 en un congreso, señalando el XX aniversario del movimiento  olímpico. Irónicamente, pocas semanas después, el estallido  de la Primera Guerra Mundial ocasionó la cancelación de la Olimpiada, que se pospuso para 1916 en Berlín.
El movimiento olímpico moderno adoptó el emblema en 1920, dado su origen y porque los cinco aros representan los  cinco continentes de la Tierra.
La breve historia de los juegos olímpicos 
Por  Javier Bacha
La historia de las competencias deportivas masivas, se remonta varios siglos atrás, donde los principales ejemplos los encontramos en la antigua Grecia.
En sus principales ciudades, tales como Corinto, Delfos o Argólida, se organizaban eventos atléticos en honor de los dioses, sin embargo, los más importantes eran los que se celebraban en honor del dios Zeus en la ciudad sagrada de Olimpia, (una pequeña población en la parte noroeste de la península del Peloponeso, a unos 300 kilómetros de Atenas) cada cuatro años durante el verano.
Así, los Juegos Olímpicos nacieron en el 776 a.C., y durante cerca de tres mil años fueron el marco de competencias en las que participaban atletas de todas partes de Grecia y en las cuales siempre reinaba la paz, pues aunque existiera guerra en el momento que se efectuaban los juegos, se imponía una tregua entre los contendientes para no interferir en la realización de la olimpiada.
En sus primeros años, esta justa fue realizada mediante una sola competencia: una carrera de aproximadamente 190m en las inmediaciones de la ciudad. Pero con el paso del tiempo, los antiguos griegos decidieron añadir más disciplinas, como las carreras de distancia, la lucha y el pentatlón (en éste se combinaban el salto de longitud, el lanzamiento de jabalina y disco, así como carreras de velocidad y lucha).
Personas de todos los rincones del territorio griego asistían a ver las competencias, y se instalaban en tiendas de campaña en los alrededores de Olimpia y la ciudad vecina Élide. Entre los espectadores siempre podía contarse a políticos y autoridades de alto rango que aprovechaban la ocasión para concertar alianzas entre las ciudades, o comerciantes que vendían de todo, también a artistas y poetas que participaban en los festejos nocturnos o actuaban en los espacios públicos; así como a espectadores comunes que llenaban el estadio para ver las competencias.
En aquellos antiguos juegos participaban solamente hombres libres que hablaran griego, y las mujeres, tenían estrictamente prohibido intervenir. A tal grado existía la restricción, que aquellas que atrevieran a contravenir esta disposición podían ser castigadas incluso con la muerte si se les descubría en los juegos. Sin embargo había competencias de carrera para mujeres, las más famosas eran las que se llevaban a cabo en el estadio Olímpico en honor de la diosa Hera.
Entonces, aquellos que participaban, lo hacían compitiendo, a diferencia de nuestros días, siempre a título individual y no como hoy representando a un país. Curiosamente no se entregaban medallas; solamente se colocaba en la cabeza del ganador una guirnalda hecha con hojas de olivo. En todo caso, a los triunfadores se les concedía el honor de colocar una estatua con su efigie en la mítica Olimpia. En consecuencia, la fama seguía a los campeones olímpicos. En sus ciudades natales se erigían bustos de los vencedores y se escribían poemas en su honor.
A su regreso, los victoriosos recibían una bienvenida de héroes, con un desfile por las calles. También los podían recompensar con dinero, obsequios, se les condonaba el pago de impuestos, entre muchas otros beneficios; mientras que a los participantes que hacían trampa se les castigaba cobrándoles una multa que servía para financiar estatuas de bronce en honor de Zeus que se ponían en el camino al estadio Olímpico, en las cuales se escribía el nombre del tramposo y su ofensa.
Dentro de las principales características en las que se efectuaban aquellas olimpiadas, encontramos que antes de que comenzaran las competencias, los atletas tenían la obligación de sacrificar un cerdo en honor de los dioses, así como que la gran mayoría de los participantes contendían completamente desnudos, como forma mostrar con orgullo su condición física.
Uno de los espectáculos más célebres de los juegos fueron las carreras de cuadrigas, es decir, carrozas tiradas por cuatro caballos. Hay noticias de competencias en las que participaban hasta 40 carros. Tenían que dar lo más rápido posible doce vueltas a la pista que medía aproximadamente 1250m, sin importar las enormes cantidades de polvo que levantaran, o las caídas y vuelcos que sufrieran.
Incluso había cocheros, llamados aurigas, que perdieron la vida dentro de estas peligrosas competencias. Pero el más violento de los espectáculos deportivos en aquellas olimpiadas era indudablemente el pancracio. Esta era una lucha casi a muerte entre dos atletas, que combinaba el boxeo y la lucha libre. En este evento se permitía todo excepto romper dedos, sacar ojos y morder.
Pero los juegos olímpicos de la antigüedad no sólo eran un evento atlético. También favorecieron el desarrollo cultural al amparar la creación humana en diversos campos como en la escultura, arquitectura, matemáticas y poesía. Por ejemplo, destaca el Templo de Zeus en Olimpia, diseñado por Libon, y en cuya edificación se usó un sistema de proporciones geométricas que se basó en los planteamientos de Euclides.
Mientras que en la escultura, los juegos inspiraron el famoso “Discóbolo” de Mirón”. En cuanto a la poesía, se conocen infinidad de odas (como las “Olímpicas” y los Epinicios”), escritas por famosos poetas, como Píndaro y Simónides, para inmortalizar los triunfos de los atletas en las Olimpiadas
La última olimpiada de la antigüedad, con una larga lista de campeones, nombres y proezas, fue la del año 394, ya en la era Cristiana. Prohibidos por el emperador romano Teodosio I, por considerarlos un espectáculo pagano, condenó a la antorcha olímpica a mantenerse apagada durante muchos años.
No obstante, 1503 años después, gracias al esfuerzo de un idealista francés, Pierre Frédy, Barón de Coubertin y un grupo de soñadores, una vez más los juegos serían celebrados.